jueves, 2 de febrero de 2012

Cuento 3 ,capitulo 1

Si, a veces me sentía sola. Habían pasado ya dos años de la separación de mi marido; había sido traumática; difícil; quedaban cicatrices. Mi hija Ana, de 23 años, me ayudaba mucho,  siempre que podía me apoyaba, Juán de 27 años, no  hablaba mucho .Era parecido  a su padre , malo, soberbio, lo definiría en sólo tres palabras: mujeriego, bebedor y golpeador.
Mi nombre es María Victoria  Branco, tengo hoy cuarenta y ocho años. Me había costado años y muchas humillaciones decidirme. Trabajaba desde hace seis años como recepcionista en una empresa mayorista de herramientas. La firma era muy grande, con sucursales en todo el país.  Cumplía mis ocho horas, ganaba un sueldo que si bien no era muy grande, sumado al  de mi hija  nos alcanzaba para vivir.
Llegué a casa un poco deprimida. Estaba haciendo horas extras y terminaba cansada.
Encontré a Ana en la cocina, canturreando una canción de moda.
-- Hola mami,_ y dándose vuelta , me besó.
-- Hola  hijita, sabés algo de tu hermano? _ mi hijo Juan,  estaba  pasando una crisis en su matrimonio.  igual  a su  padre, con la diferencia que su mujer no era como yo; ya se había dado cuenta de la catadura de hombre que era, y aunque fuera mi hijo, debía ver la realidad. Pero  no podía evitar preocuparme.
-- No; pero no te preocupes, ya llamará . Cómo te fue en la oficina?
-- Como siempre, has hecho algo de comer?
-- Un riquísimo estofado.
Terminé yo de poner la mesa y mientras Ana me contaba de su trabajo, yo la miraba y me ponía contenta. Era una hermosa  joven, morena, de pelo castaño, ojos claros, no  muy alta pero si delgada; y estaba de novia hace tres años con Marcelo, un buen chico,  abogado, que estaba tratando de abrir su bufette.
Terminamos de cenar, y si bien nos alternábamos un día cada una en la limpieza del servicio, hoy me tocaba a mí, pero no estaba de humor.
-- Puedes limpiar el servicio hoy?
-- Si ,ma, andá a descansar.
Vivíamos en una casita de dos dormitorios, uno para cada una; una  sala linda y espaciosa, un comedor de diario, cocina , un baño y un jardincito atrás.
Después de mi separación, quedé prácticamente en la calle con mi hija, la casa matrimonial estaba hipotecada  y yo no lo sabía, él había falsificado mi firma para un crédito de cuya existencia nunca me había enterado, y menos en que había gastado la plata.  Lo cierto es que de golpe no teníamos adonde ir.
Un día, la secretaria del dueño de la empresa donde trabajaba, una mujer de mi edad, que por esas casualidades de la vida habíamos crecido juntas en el mismo barrio y nos conocíamos desde chicas, Bueno; ella me encontró llorando en el baño.
-- Pero, qué te pasa, porqué lloras?
Yo no quería decirle, pero insistió tanto que al final le conté que estábamos mi hija y yo en una pensión., ya que todos los bienes conyugales, _que no eran muchos_ el que no estaba hipotecado, hubo que venderlo para pagar a los abogados. Mi ex – hizo todo lo posible para dilatar y ensuciar el juicio.
A la semana de esta conversación en el baño, me llama el jefe de personal a su oficina. Yo fui muy temerosa, pensando: ¿qué habré hecho?, no quería ni pensar en la posibilidad de  un despido, a mi edad ya no encontraría nada.
-- Sra, Branco;. Ejem., Siéntese, por favor.
Me senté apretando las rodillas una contra otra  y lo miré.
-- Este.., _parecía que no sabía como hablarme_
No soportaba mas la tensión, por lo que decidí encarar yo el asunto.
-- Sr. Fernández, porqué me ha llamado?
 -- Bueno , Ud, sabe que la empresa tiene por norma tener determinadas consideraciones u ofrecer premios a los mejores empleados. Cada año ..,_se detuvo como buscando las palabras_
Yo lo miraba fijo; la verdad nunca había oído eso .
Parece que encontró las palabras, porque siguió:
-- Si! , su desempeño y la antigüedad que tiene en la firma…, _otra vez volvió a empantanarse_
-- Sr. Fernandez,_ le dije : -- Me tiene Ud. en ascuas, qué es lo que quiere decirme?
-- Bueno; la gerencia  cree que merece un premio, y pone a su disposición un  crédito de tipo hipotecario de hasta US 100.000 dólares, por si lo necesita.
Yo lo miraba como se mira a una aparición.
-- Sr, Fernández; _dije_ -- Yo nunca supe que la empresa dé semejante premio a nadie, acepto que no soy mala empleada, pero con sinceridad no creo ser la mejor.
Fernández, ostensiblemente molesto por el giro de la conversación, preguntó:
-- Lo quiere o  no lo quiere?.
-- Si!, lo quiero, lo quiero. –  pero , cómo lo voy a pagar?
-- Se le descontarán cuotas mensuales del sueldo.
-- Pero no me va a alcanzar lo que me queda de vida para pagarlo?
--Bueno, lo harán sus herederos. Y  poniéndose en pié me dio a entender que la conversación había terminado. Me señaló la puerta y me dio la mano.
-- Ha sido un placer Sra, Branco.  Tesorería se pondrá en contacto con Ud. Hasta luego.
Me fui caminando como una autómata. No tenía ninguna duda que Inés,_la secretaria  del dueño tenía algo que ver en esto, así que venciendo mi timidez natural, me dirigí hacia su oficina. Estaba en un sector alejado, restringido . Tuve que pasar varios controles hasta que se me permitiera llegar a ella, pero cuando lo hice; la abracé y como una tonta me puse a  lagrimear.
-- Gracias, Inés, gracias. No sé como lo has hecho y tampoco sé como podré pagártelo.
-- Déjate de tonterías, elige un linda casita.  Nos abrazamos y me fui.