- Buenas, don
Gervasio.
- Buenas, doña..
-Alguna noticia
-y…,algo hay, sin
apearse del caballo, extendió su mano con una carta.
-Creo que es del
niño Juan Manuel..
-Oh…..Antonia la tomó y
despidiéndose corrió hacia la casa.
La casona era
grande, de dos plantas; arriba , en una tercera planta, la azotea estaba
rodeada de alamenas, con una torre baja estilo minarete, en cada extremo
frontal. El piso de la planta baja era de mármol, había una biblioteca, una
habitación que era el estudio del Sr., dos grandes salones que en las
fiestas brillaban iluminados., y la
cocina grande.
Por una gran
escalera de mármol con baranda de hierro forjado, con hermosos arabescos ,se
accedía a la planta alta; un hall amueblado con buen gusto, alfombrado, se
continuaba con un largo pasillo a a cuyos lados se abrían las habitaciones.
Había seis en total, cada una tenía su baño. Al fondo el pasillo, que era todo
alfombrado terminaba en dos grandes ventanas con hermosos vitraux que representaban flores.
En las paredes se
veían algunos cuadros, algún mueble tipo chiffonnier y un gran hogar a leña..
El matrimonio, formado por Joaquín Del Río y Lavalleja y Felicitas de Aguirre y
Moreno, tenía tres hijos: dos mujeres,
Cristina de veinticinco años cuyo deporte preferido era salir con todos los
chicos “bien” de la comarca, y Laura de veintiuno, cursando la carrera de
veterinaria en la Universidad de la
Pampa. El único varón, Juan Manuel Del Río
y Lavalleja, recién recibido de ingeniero agrónomo en la capital y que si bien
se había ido a los dieciséis años a
estudiar a Buenos Aires, casi todos los años para las vacaciones se
quedaba el verano en la estancia.
Juan Manuel era un
hombre especial; muy alto, había que levantar mucho la cabeza para verle la cara
, ancho de espalda, cintura estrecha, sus brazos y piernas denotaban actividad
deportiva pelo castaño y ojos claros El
se entrenaba religiosamente en varias disciplinas deportivas. Experto
espadachín, no de florete; sino de esas anchas y pesadas espada de combate de la edad media .
También era un buen tirador .
Entre todas sus
compañeras de facultad, como otras mujeres que conocía accidentalmente; había
causado estragos lo cual ocasionaba la envidia de todos sus amigos. Pero el,
ante las insinuaciones mas descaradas siempre se había limitado a sonreir.
–Tenía sus aventuras, -oh..si,- claro que las tenía, por docenas. Pero era muy
discreto y a la mañana siguiente ya no quedaba ni el recuerdo en su memoria.
La fiesta de
despedida que le hizo el mundillo aristocrático
porteño,- ya que los Rios y Lavalleja eran una familia que descendían de
la mas antigua aristocracia, amen de tener mucho dinero. Fue de esas espectaculares, en casa de uno de sus
amigos.
Tarde terminó, pero
al joven no le importó, era de madrugada
cuando al volante de su auto corría velozmente por la ruta hacia La
Pampa. Si bien tenían campos en distintas
provincias, la casa principal de la familia estaba en la estancia de Santa
¨Rosa.
Calculaba llegar
para el atardecer. Días antes había despachado un telegrama anunciando su
llegada .
Mientras tanto en la
estancia todo eran corridas. Felicitas apuraba a la servidumbre para que todo
reluciera, no cabía en sí de su alegría.
Tres años sin verlo
y ahora él había prometido quedarse un tiempo, cierto que no sabía cuales eran
sus planes futuros, pero ya vería de convencerlo para que se quedara.
Entraba la noche
cuando Juan Manuel atravesó la tranquera de la estancia y comenzó a transitar
por terrenos de la familia. El campo era grande , atravesó colinas y montes y
finalmente se divisó la añosa casa
palaciega que era la vivienda paterna- El auto rodó por la gramilla y paró
junto a la amplia puerta.
Todos los criados
por orden de la dueña de casa, estaban formados . La primera en salir fue
Antonia, ella le había visto nacer y crecer. Le hizo una reverencia y lo saludó
inclinando la cabeza.
- Pero que haces
Antonia, ven aquí; dijo el muchacho y la abrazó efusivamente. La pobre vieja no
sabía donde meterse pero íntimamente se
sentía feliz.
Juan Manuel subió la
escalera y como era su costumbre saludó
uno a uno a los criados.,
--Dónde está Pedro,
preguntó;
--Ríos ? , dijo
Antonia. Por el monte debe de andar.
El joven entró a
paso vivo y se dirigió a la sala, donde sabía iba a encontrar a sus padres.
-- Mamá, papá,-
saludó al verlos .
La madre lo abrazó:
-- Hijo mío,
bienvenido a tu casa- le dio un abrazo breve y se separó. El muchacho se acercó
al padre, éste le dio la mano y lo abrazó, fue un abrazo largo, y se notó que
le costó soltarlo.
-- Espero que te
quedes un tiempo largo, dijo el padre.
-- Veremos, dije yo.
Me conocía y sabía que no era hombre de quedarme mucho en ningún lado.
Comimos, Luego salí
a dar una vuelta, lo encontré a Pedro, y le encargué que tuviera listo mi
caballo para la mañana.
Dormí bien, a eso de
la diez después de desayunar me fui a los establos; “Trueno” mi potro de
siempre, estaba listo, era un pura sangre negro azabache, de seis años y medio.
Lo tenía desde potrillo.
Ya estaba ensillado,
Pedro había colocado mi fusil en su funda, enganchada a la silla (la pampa en
las estribaciones de la precordillera de Mendoza, era tierra de pumas y gatos monteses.)
Iba vestido a la
manera gaucha, con mi facón largo y ancho; hacia años que me lo había hecho
forjar, mas parecía una cimitarra que un facón. Un sombrero largo estilo
tejano, completaba mi atuendo.
De un salto subí al
caballo; llevaba dos caballos mas cargados
de provisiones y regalos.
--Vamos Trueno,
levanté la cabeza y vi a mi madre en una ventana del piso superior , mi vista
es excelente, y a pesar de la distancia pude ver su cara crispada.
_____2______________________________________________
Llevaba cabalgando
ya varias horas, después de atravesar los algarrobales del Aguila, lo que
conformaba el límite de nuestras tierras, entré en zona que los lugareños
llamaban de mestizos , me fue acercando a las estribaciones de la sierra de
Cara Cura en Mendoza a unos 100km.
De la frontera con la Pampa.
Eran mestizos, cruza
de antiguos indio de la zona, predominaba la sangre pampa con algo de Mapuches.
De niño los visitaba seguido, sabía donde estaban sus casas, sus escondrijos.
En la zona se los llamaba despectivamente los Mapuches; yo sabía que tenían muy
poco de mapuches, eran descendientes de los señores de la pampa, de aquellos
bravos Pampas, cuerpos altos, bien formados, musculosos. Sus mujeres eran
esbeltas, muy lindas, muy apreciadas en la zona por lo trabajadoras. Yo los
apreciaba, los había apreciado en el pasado y lo seguía haciendo en el presente.
Hace mucho, siendo
yo niño uno de ellos había salvado mi vida y perdido la de él ; yo nunca había
olvidado eso.
Y iba a verlos seguido con uno o dos caballos cargados de provisiones y
medicamentos.A veces me quedaba uno o dos días en sus casas; Yo tenía doce años
cuando el episodio de los pumas que me acorralaron y el indio salvó mi vida .Desde
entonces fue como que me sentí obligado. Había hecho mucha amistad con una niña
, jugábamos juntos, salíamos, nos divertíamos. Yo la pasaba muy bien con ella,
era alta, mas alta que yo, ( aun no había dado el estirón que me llevó a mi casi metro noventa), fuerte, a veces me vencía y entonces nos reíamos . Tenía el pelo negro,
de un negro que parecía azulado, los
ojos también negros, grandes un poco rasgados revelaban su sangre india.
Dos años después mis
padres consideraron que mi intimidad con los indios no era lo que querían y a
los catorce años me fui pupilo a un colegio muy aristocrático de -San Isidro. De mis
compañeros había pupilos, y no pupilos, que vivían en la zona , que iban solo de mañana o doble turno,
pero que a las cuatro o cinco ya los pasaban a buscar sus padres. Los que como
yo quedábamos pupilos casi todos salían los Sábados por la mañana y regresaban
los Lunes, yo en general me quedaba, porque el viaje de San Isidro a La Pampa era demasiado largo, y
no valía la pena. Aprovechaba que el colegio quedaba casi sin alumnos para
practicar esgrima y tiro al blanco. No sólo teníamos un excelente polígono de
tiro, sino que uno de los curas (era un colegio religioso ), había resultado un
experto espadachín; de él aprendí el
arte de la esgrima, y luego con los años
fui reemplazando el florete por la pesada espada de guerra.
En los cinco años
que estuve pupilo fui asiduo concurrente a los gimnasios, organizaba peleas de
box, y estaba en cuanta fiesta se realizaba en casa de mis compañeros o en
boliches de la zona. Me había vuelto muy popular en la “high society” porteña.
Sólo en el verano volvía a la estancia. Pero no siempre iba a la Pampa, a veces iba a el
campo de compañeros que me invitaban. Había casi desarrollado por completo, mi cuerpo era muy fuerte, no me
había medido pero sabía que pasaba el
metro ochenta y ocho, mi pelo revuelto, mis ojos que tenían una mirada que yo podía volver penetrante o irónica. No
había hermana de mis compañeros que no quisiera echarme el lazo, y en eso yo me
hacía bien el estúpido, no dándome por enterado de nada.
En todos los años
que duró mi secundario, yo había ido
unas cuatro veces al rancherío, . luego comencé la facultad,- ingeniería en
agronomía- y ya no había vuelto hasta
ahora en que algo me tiraba hacia allí. El recuerdo de unos ojos negros
rasgados nunca se habían apartado
completamente de mi.
Volví a la realidad
y a lo lejos divisé las estribaciones de la sierra , a medida que me fui
acercando vi el rancherio .
Nada había cambiado
desde mi última visita.
Bajo la mirada
silenciosa de algunos mestizos que estaban sentados en las puertas de sus casas,
me dirigí a la casa del jefe “pluma
blanca”. Me detuve ante la puerta y
atando los caballos de carga al palenque golpeé .
Me abrió la puerta
una joven alta, delgada, vestida con una camisa larga y pantalones ajustados;
sus piés calzaban zapatillas, el pelo era negro así como sus ojos..
-- Qué desea ,
preguntó con desconfianza.. Me dí cuenta que me miró muy rápido a arriba abajo,
deteniéndose en mi facón que colgaba de
mi cintura..
-- Qué desea,
repitió.
-- Soy Juan Manuel
de los Rios, puedo ver al jefe pluma blanca?
Sus ojos adquirieron
un brillo diferente, su mirada cambió. No sabría decir en qué, pero me hizo
sentir raro.-
Levantó su cabeza,
era alta; pero yo le llevaría una cabeza, por lo que tuvo que levantarla mucho
y me miró con algo de ironía.
-- ¿Anuncio al Sr.
De los Rios ?
-- Sí, contesté
seco. Esa mocosa estaba usando un tonito irónico que empezó a molestarme.
Algo debió notar,
pero sin dejarme pasar preguntó;
-- Perdón, se siente
molesto por algo? Tal vez que un De Los Rios y Lavalleja esté aquí, ?
Esta niña ya me
había saturado.
-- Perdón Señorita,
no deseo discutir con Ud. y tampoco darle muchas explicaciones. Y dando un paso
adelante, empujé la puerta, obligándola a retroceder, y pasé.
-- Si será
maleducado, dijo alto como para que la escuchara..
Hice como que no
había oído nada y ya dentro llamé: -
-- -gran jefe Pluma blanca, yo Juan Manuel deseo verlo.
-- Aquí, Juanito.
Era uno de los pocos que siempre me
llamaba así..
Entré en una
habitación semi-oscura, tapada con una tela que hacia de puerta
--Pasa
muchacho, pasa.
Salvo
mi padre, nadie me trataba con esa familiaridad.
--Saludos Huanca ho,
sé que hace mucho tiempo que no he venido y lo siento. Estoy aquí a presentarle
mi respeto; voy a quedarme un tiempo,
deseo preguntarle si puedo ayudarle en algo
Pluma blanca era
viejo, muy viejo; nunca había preguntado sus edad, pero calculé que pasaba de
los 90.
--Ya ves, seguimos
como siempre. Tú te has convertido en un hombre lo cual me place, estoy feliz
que te acuerdes de nosotros.
-- Gran jefe; sabe
que nunca podré olvidar.
-- Tonterías,
Juanito; nada nos debes, pero si crees que no es así, llegará el momento en que
yo recurra a ti; espero que cuando ese momento llegue te comportes como el
hombre que creo que eres.
Sus palabras me
parecieron enigmáticas, pero preferí guardar silencio.
--Ah… y otra
cosa..-- No discutas con Valentina, es una buena chica .
Nos saludamos con
un fuerte apretón de manos. No sabía que
esa sería la última vez que lo vería.
Salí, dejé las cosas
que había llevado en manos de una vieja a la que yo llamaba “vieja”, era en
realidad vieja, y busqué con la mirada a la joven morena, pero
no la ví.
No quise preguntar y
me fui.
El regreso fue mas
rápido, siempre les dejaba los caballos que llevaba de manera que podía galopar tranquilo. Trueno
no había perdido su velocidad, la verdad que a galope tendido en llano era un
placer. Llegue mas o menos rápido
3
. Mis padres habías
preparado una gran fiesta en mi honor, lo mas graneado de la sociedad de La Pampa y Buenos Aires,
estaría allí.
En casa todo era
febril actividad. Yo pasaba los días cabalgndo, haciendo sociales en Santa
Rosa. Las invitaciones abundaban y yo en general las rechazaba; algunas no tenía
mas remedio de aceptarlas, hubiera sido ofender a amigos, desde ya que apenas
llegaba sus hermanas o primas salían a mi encuentro.
Pasaba largas horas
en las tareas del campo, muchas veces comía con la peonada allí, donde nos
agarraba la hora-
-- Juan Manuel, .me
dijo un día mi madre.
-- ¿sí mamá?
-- No te parece hora
de que pienses en buscar novia?
La verdad que la
sola idea de atarme a una chica me horrorizaba. No tenía ningún interés en el
tema; era joven, fuerte, sano y tenía sueños, sueños que cumplir.No, ni
siquiera lo había pensado.
-- No sé mamá,
recién tengo veinticuatro años, hay tiempo.
-- Mmm.
Llegó el día de la
fiesta, y a la noche la casa
palaciega brillaba toda iluminada. Por
lo menos habría doscientas personas que se dispersaban por los salones y
el parque. El servicio de bufette era
excelente y la orquesta buena.
-- Yo pasaba de mano
en mano, la mayoría de las chicas eran bonitas y estaban elegantemente
vestidas, olían a perfumes caros y sus conversaciones trataban de los mismos
temas: los viajes, la ropa, los problemas de la servidumbre ,-que no las
adoraban como ellas quisieran-, y por supuesto los “partidos potables “ de la
comarca; entre los que desgraciadamente me colocaban a mi. Hube de soportar
velada y no tan veladas insinuaciones, un poco cansado me retiré a un rincón
del parque junto a una glorieta.
-- Qué haces
sólo?, Patricia Aniseti, una joven
casadera se había acercado sin que lo adviertiera.
-- Nada.
-- Te acompaño a no
hacer nada.
Mientras charlábamos
ella se fue acercando peligrosamente a mi,- yo como no dándome cuenta de nada
me alejaba.
-- Discúlpame un
minuto , le dije, y me dirigía al salón; charlé con algunos hacendados y
agricultores a los que deseaba interesar en prestarles servicio de
asesoramiento comercial. Dentro de mis planes estaba el independizarme de mis
padres lo mas rápido posible, sabía que era un buen administrador, pero debía
demostrarlo.
Ya tarde, los
invitados se habían retirado. Había dado los primeros pasos en lo que esperaba
fuera la formación de una buena cartera de clientes.
Tenía un poco de
hambre, por lo que fui a la cocina en busca de algo que comer. Pasé la puerta
vaivén y las mucamas , que estaban sentadas sintieron la urgente necesidad de
comenzar a moverse. Era extraño,
-- Qué pasa?, pregunté.
--- Nada Sr.
Contestó Antonia, tratando de alejarse de mi, mientras las demás seguían con
las cabezas gachas.
-- Antonia, ven acá!
,yo no me lo creo, acá pasa algo, ¡habla!.
-- Es mejor que se
entere Antonia, dijo Pedro.
-- Que me entere
qué?, dije un poco molesto por tanto misterio.
-- Bue.., bueno.,
este.,
-- Este qué?, y lo
miré a Pedro directamente los ojos
Se acercó a mi y me
entregó un papel.
-- Un indio trajo
esto para Ud. y me tendió una hoja doblada.
Se me había ido el
hambre:, -- Sírvame un café, pedí a una de las chicas, y me senté en un rincón
de la gran mesa. Desdoblé el papel , con letra temblorosa, casi infantil, se
leía::”Don Juan Manuel usté siempre creyo que nos debia algo. Solo los Dioses
saben si es verdad
si usté cree que si , llegó el momento:: estoy muriendo, el hombre que
salvó su vida siendo usté niño era mi hermano, el padre de Valentina. La he
cuidado hasta ahora, yo muero;; sigue usté. Si rechaza mi ultima volunta nada
le reprochare, esta en su derecho, pero si la acepta que el gran Dios ilunine
su camino”
Gran jefe. Huanca Ho
Sentí como si una
mano me golpeara en el medio del pecho. Pluma blanca moría, y yo ahora conocía
la identidad de mi salvador. Quedé atónito, no podía pensar. No sé cuanto
tiempo estuve con los ojos fijos en el papel. De golpe la imagen del puma
acechándome y el mestizo luchando por mí, volvió nítida a mi memoria.
¡Sí!, tenía una
deuda, una deuda de honor y no podía ignorarla. Valentina,.. traté de ubicarla
en mi memoria, su nombre me sonaba vagamente.
Me fui a dormir
preocupado, cómo podría yo hacerme cargo de una chica, qué edad tendría? ,
aceptaría mi ayuda?.
4
A la mañana
siguiente, tenía mucho trabajo. Durante la fiesta había hecho buenos contactos
con hacendados de la comarca para ayudarles en la administración de sus campos.
Aparte de ingeniero agrónomo tenía una particular lucidez para la administración
y la pesca de las oportunidades, veía casi siempre con claridad ,dónde estaba
el negocio.
De manera que los
días fueron pasando para mí en una febril actividad, visitando campos, forjando
arreglos que no podían esperar.
Pero llegó el
momento en que me sentí obligado a ir al pié de la cordillera, allá ,a la
tierra de los mestizos.
Le indiqué a Pedro
que tuviera preparado a Trueno y otro caballo lleno de provisiones para el
alba.
Mientras tanto, mi
padre , contentísimo con mis actividades se ocupaba de sus campos, mi madre al
igual que mi hermana Cristina se dedicaban a sus múltiples compromisos
sociales.
Pasé una noche mala,
casi no pude dormir. Temprano al alba, cuando aun todos en la casa dormían,
vestido con un pantalón de felpa gris con refuerzo de cuero en la entrepierna,
altas botas de cuero ,negras; facón al cinto y mi fusil cruzada en la espalda,
había cambiado mi sombrero por uno de alas anchas.
Fui a los establos,
Pedro me salió a mi encuentre con los dos caballos, y al trotecito salí todavía con la fresca.
Hacia la tardecita
entré en tierra de los indios y poco después divisaba el rancherío. En honor de
verdad, no estaba seguro de nada; iba un poco como a la deriva.
Entré por la única
calle, ahí había llovido y los cascos de mi caballo se hundían en el barro.
Llegué hasta la casa del jefe y me apeé. Golpeé la puerta, ésta se abrió:
-- Qué desea? Era la
morocha de la otra vez., sólo que ahora no había ironía sino tristeza en su
rostro.
-- El jefe.., no
supe como continuar.
-- El gran jefe Huanca
Ho murió.
-- Si..
-- Hace dos noches.
Creo que lo esperaba a Ud. –No había reproche en su voz, sólo la tristeza. En sus ojos.
-- Tú eres
Valentina, verdad?
La joven ni levantó
la cabeza, ni se apartó de la puerta.
-- Qué quiere?
-- Valentina; mi nombre
es Juan Manuel, dije sin darme cuenta que ella ya me había conocido,-- el jefe,
tu tío me pidió que a su muerte me ocupe de ti.,_ Maldita sea, había ensayado
todo el camino como decir eso diplomáticamente para que no sonara a dádiva u
ofensa, y ahora abría la boca y lo largaba así. Pucha, me dije, que mal que
sonó,_.
-- Yo .., tengo una
deuda con tu padre.
-- Sí,, lo sé, pero
a ni no me debe nada. Puede pues regresar por donde vino. Y esos ojos, negros,
increíblemente negros, pero sin luz .Volvía sentir dentro mío algo.
-- Por favor,
permíteme pasar, luego me iré.
Se hizo a un lado y
pasé, había una salita chiquita con dos sillas y una mesa. Me senté en una
silla y ella se quedó parada contra el marco de la puerta. Me miraba, pero era
una mirada vacía ,como si no me viera.
-- Hable!, Sonó
suave pero enérgica.
-- Tu conoces la
nota que me envió tu tío antes de morir;_ no pregunté, sino afirmé._
No hizo ningún
movimiento.
-- Quiero ayudarle,
pero necesito que me de una mano y me diga en qué forma puedo hacerlo.
-- Se lo dije antes
y lo repito ahora; no me debe nada, no necesito su ayuda. Yo me arreglo sola.
Estaba nerviosa, su busto se erguía al compás de la respiración .Me fue
imposible no reparar en ella, era muy hermosa, sus pechos eran redondos, grandes,
su cintura finita, sus caderas onduladas; traté de apartar la imagen de su
cuerpo de mi.
-- Pero mujercita,
dije yo, ya medio desesperado: -- De qué va a vivir?, aquí no hay trabajo,
tendría que ir a algún pueblo y buscar trabajo, se aprovecharían de Ud.,
terminaría Dios sabe como.
Se movió acercándose
a la mesa, sus ojos cobraron vida de golpe, me miró fijamente:
-- Sr, me ofende Ud,
con sus palabras. Le he dicho, y no volveré a repetirlo; nada me debe. Mi padre
hizo lo que tenía que hacer y mi tío se equivocó al escribirle esa nota.
Agradezco su preocupación pero Ud, debe tener muchas cosas que hacer y yo tengo
muchos problemas que resolver.
-- No entiende que
no puedo?
-- Bueno ,eso es
problema suyo, por favor, retírese.
Me levanté y salí,
la puerta se cerró a mis espaldas. Me quedé inmóvil, apoyé mi cuerpo en el
palenque pensando, ¿qué hacer?,- Si todo fuera mas fácil, si ella
cooperara.
Decidí que no podía
irme aún. Fui con la vieja de la tribu y le pregunté si podía pasar la noche en
su casa. Me miró un rato en silencio y
luego asintió con la cabeza.
Bajo la mirada de
los habitantes de la tribu la seguí hasta su vivienda, que era una piecita
miserable de tres por cuatro metros. Me ofreció mandioca y agua y continuó
callada. Cuando terminé de comer,._ en realidad no tenía hambre y yo llevaba en
mi caballo parque para por lo menos dos
días; pero hubiera sido un desprecio rechazarle la comida._le pregunté::
-- Vieja, tú sabes
porqué estoy aquí, verdad? _ asintió con un leve movimiento._
-- Quiero escuchar
tu consejo…
-- Tienes una deuda,
eres un hombre de honor., sabrás encontrar el camino. Yo soy vieja e ignorante,
cómo puedo aconsejarte?.
-- No te
menosprecies,_ dije yo_,-- Eres vieja ,pero no ignorante, aconséjame!
-- Viento que
corre,_ así se llamaba Valentina en su idioma_ , .. Sólo escuchará a su
corazón. Debes llegar a él.
-- Cómo?
-- Tú encontrarás el
camino. _ y ya no habló mas_ Se echó en
su camastro y cerró los ojos.
Fui hasta mi caballo
y regresé con la bolsa de dormir, , miré hacia la casa de Pluma blanca pero no
vi luces, la noche estaba fría y húmeda
y todos se habían retirado ya.
A la mañana
siguiente me levanté temprano, aun no había salido el sol, la vieja continuaba
durmiendo bajo un montón de mantas y roncando como la mejor.
Estaba fresco, salí
afuera y preparé una fogata con troncos que recogí de los alrededores, saqué mi
equipo de mate, me arropé bien en mi gamulán y comencé a tomar mate. Estaba
solo, en un rincón seco a unos veinte metros de la casa que había sido de pluma
blanca. A qué hora se levantaría ?, pasarle una mensualidad, cómo quedaría?, me
pareció que era un poco ofensivo, podría malinterpretarse, si encontrara un
marido.., la verdad que la chica era preciosa, con una buena dote tal vez se
pudiera conseguir un pretendiente. No todo eso era absurdo, me mantendría a la
distancia tratando de ayudarla en lo que pudiera.
Hace rato que había
clareado la mañana, finalmente vi señales de movimiento en la casa, la persiana
de la única ventana se abrió.
Me levanté y caminé
despacio hacia allí. Golpeé la puerta, nada, volví a golpear.
La puerta se
entreabrió y apareció la cabeza de la joven::
-- Qué desea?,_me
dio rabia, parecía que no sabía saludar de otra manera_ , lo hizo en forma
impersonal, como si nunca me hubiera visto.
--Viento que corre,
tenemos que hablar.
-- No me llame
así!,_ explotó_, -- Quién se cree que es?, viene aquí, bien vestido, dándosela
de caballero generoso en socorro de una pobre huérfana, ¿quiere ser
caritativo?, bien, vaya a un templo y haga caridad. No tenemos nada que hablar!
Esta niña me sacaba
de quicio, había recogido su cabellera hacia atrás en una cola de caballo, olía
a jabón y lavanda. Había abierto casi completamente la puerta y pude
contemplarla: vestía una blusa que
apretaba su busto y caía suelta hasta la cintura, unos pantalones vaqueros
ajustados al cuerpo, botas negras de cuero. En este momento sus ojos en general
fríos e inexpresivos habían cobrado vida, me miraban con una intensidad
desconocida para mi.
.. Espera, no seas
leche hervida,_ dije tuteándola_, -- Cuéntame tus planes. No rechaces mi ayuda,
nada pediré a cambio.
Ví que enrojecía y
sus labios temblaban. No había prestado atención a su boca. Era era
perfecta, parecía dibujada, de labios túrgidos, rosados. De golpe como
un trallazo se abrió mi memoria y la recordé, y me recordé; ella era la niña
que por dos largos años había sido mi mejor amiga, mi compañera de juegos, la
que a veces me vencía.
-- Valentina, Tú te
acuerdas de mí, fuimos inseparables un tiempo, porqué me odias ahora?, ¡no!, no
me voy , y penetrando por la puerta me senté a la mesa.
Me miró rara.
-- Haga lo que
quiera. Y entro en la parte inerior de
la casa dejándome solo .
Habré estado como
una hora, no volvió a salir, escuchaba ruidos de limpieza.
Así no voy a ningún
lado ,pensé. Salí de la casa ,subí a mi caballo y emprendí el regreso.De reojo
miré hacia la puerta de la casa, ella estaba allí, parada ,derecha y delgada
como un junco. Se había soltado el pelo y el viento lo agitaba hacia atrás como
una estela. Los ojos negros, esos increíbles ojos negros fijos en mi;
brillaban.
No quise seguir
mirando y seguí mi camino
5
Comencé a
administrar los campos de la gente que me había contratado. Al cabo de algunos
meses mi actuación como administrador y
asesor financiero comenzaba a ser conocida en la zona de La Pampa.. lo que por
supuesto comenzaba a dejarme ganancias.
Una vez al mes iba
al rancherío indio y dejaba dinero a la vieja, -- Para Valentina, decía. La
mujer lo tomaba sin decirme nada, una sola vez
me dijo::-- No es el camino. Yo lo
sabía, pero no encontraba el
camino para llegar a la muchacha sin ofenderla ni dar lugar a habladurías.
En mi cabeza comenzaba
a perfilarse un plan de acción. No sabía muy bien porqué las relaciones con mis
padres se habían vuelto mas bien tirantes.Mi padre sabía que iba donde los
indios, y las discusiones eran frecuentes.
Mi padre había
decidido vender dos mil hectáreas improductivas que tenía en el límite entre
las provincias de La Pampa,
Mendoza y Neuquén. Era una región entre los últimos salitrales de La Pampa y las Sierras de
Chachahuén contra el Río Colorado.Esos
campos lindaban hacia el norte con las tierras fiscales al fondo de las cuales
estaba el rancherío de los indios..
Hace unos meses que aprovechando mis viajes por la zona había
notado algo curioso en las tierras que mi padre ponía a la venta. Una zona de
unas mil hectáreas muy montañosa parecía ser rica en oro, hice unas
investigaciones preliminares y si bien no encontré oro, si hallé estaño y
cobre.
Sin decir nada a
nadie, pedí un crédito al banco de la
Pampa, que dado mi apellido y familia me lo concedió en
cuarenta y ocho horas. A través de testaferros compré las tierras de mi padre
en condiciones mas que ventajosas para mi, diría que casi regaladas. Pero para
que mi plan funcionara, debía llegar casi hasta las tierras de la tribu, y se
interponían una mil quinientas hectáreas de tierras fiscales._ toda la zona de
la sierra de los Reyes_, zona aparentemente estéril y carente de algún
atractivo económico, por lo que el gobierno de Mendoza me hizo saber que vería
con buen agrado una oferta de mi parte.Juntando lo que me había quedado del
crédito bancario mas lo ahorrado por mi trabajo, compré esas tierras y organizé
una pequeña empresa de hombres,_ entre ellos ,casi todos los indio varones _ a
los que con el tiempo fui transformando en mineros, para comenzar los trabajos de prospección.
Mi proyecto era simple
pero ambicioso. Mis recursos se habían terminado y para continuar
necesitaba mas dinero. Sondeé a mi padre
si me prestaría dinero a unos cinco años , la respuesta fue un ¡no! Tajante.
-- Creés que no sé
lo que haces?, me preguntó.
-- Y qué hago. Dije.
-- Estás ayudando a
esos indios. ¿no habrás pensado amancebarte con alguna negra ?
-- Bueno, papá, creo
que te estás extralimitando.
-- Mientras vivas
bajo mi techo, harás lo que yo diga!
-- No te hagas
problemas,_ respondí_ -- Eso tiene
solución. Salí de la sala y me topé con mi madre:
-- Hijo, Juan
Manuel,
-- Si, mamá?, me
paré y esperé
-- Se dice que pasas
mucho tiempo con los indios,
-- ¿si?
-- Sí, Te han visto
en la reservación muchas veces..
Decir la verdad, por
ahora ,era imposible, así que opté por modificarla.
-- Tú sabes que
administro varias fincas, viajo mucho, me muevo de aquí para allá---
-- Le has pedido
dinero a tu padre, ¿puedo preguntar?
-- Bueno, tengo un
proyecto dentro de lo que soy, y necesito dinero-
-- Eso es todo?
-- Si.
-- No te creo,_ y se
quedó mirándome pensativa_
-- Debo irme ,mamá.
Me incliné, le di un beso y me retiré.