lunes, 4 de junio de 2012

Cuento 3, capitulo 2


Así Así fue como compré mi casita, en Floresta,  que puse a nombre de Ana.
Nuestra vida transcurría plácida y rutinaria. Ana salía con su novio, calculaba que en un año  habría matrimonio. Yo, tenía amigos en el barrio, y algunos de la oficina, así que nunca me faltaban invitaciones.
En una de ellas había conocido a Miguel, un contador de una cadena de boutiques, y si bien no era frecuente, de vez en cuando aceptaba alguna invitación a salir .Ibamos al cine o a comer afuera, o a pasear. Me sentía bien con él ; era unos años mas joven que yo y viudo con un hijo. El siempre me decía piropos, que era linda, que esto, que aquello. En realidad yo sabía que pese a mis cuarenta y ocho años, los hombres se daban vuelta en la calle para mirarme ; me decían de todo, desde piropos lindos hasta no tan lindos.
Era alta, mas de 170 cm. Delgada, mis senos eran mas bien grandes, lo que siempre me tuvo un poco acomplejada, mi cintura finita, mis caderas sabía que eran redondas y sin pecar de vanidosa  mis piernas podían competir en cualquier concurso y creo que ganaría. Mi cabello era castaño claro y mis ojos de un azul intenso- Vestía siempre muy conservadora, prefería los vestidos o polleras hasta la rodilla, zapatos de tacón y medias de seda.
Habían pasado dos años desde que la empresa,_ cuyo nombre era “ Buenos Aires  Machine”_ me diera el préstamo . Yo ganaba el equivalente a US 1000 dólares por mes, de los que me descontaban 200.
Se acercaba fin de año, y andábamos todos alborotados  especulando dónde sería la fiesta. Ya que todos los años  B.A ,  daba una fiesta donde agasajaba a sus empleados y premiaba a sus mejores vendedores.
-- Y María, dónde será este año._me preguntó una compañera  , como si yo supiera._
-- Supongo que donde siempre,_respondi_
-- Vendrá?
Casi nadie conocía al dueño, nunca se había hecho presente en ninguna fiesta de la empresa; el deporte favorito nuestro era especular cuándo vendría,  cómo era? Se hablaba mucho de él, pero en realidad nadie sabía mucho.
Muy poca gente lo conocía, una de ellas era Inés, era su secretaria desde hace mas de veinte años.
Ese día fue infernal, parecía que todos los clientes se habían levantado de mal humor.
Cuando llegó las seis de la tarde con un suspiro de alivio arreglé mi escritorio y me fui.
Estaba cansada y me sentía tensa; camino a casa había una confitería muy coqueta, nunca había entrado por que me parecía muy pituca y demasiado cara para mi. Pero hoy quería un café y ese era el lugar mas cercano.
Empujé la puerta de vidrio, me alisé maquinalmente el vestido, era de color fucsia suave, muy entallado hasta la cadera ,y de ahí caía plisado hasta un poco por arriba de las rodillas. Calzaba zapatos de taco aguja, altos,  me había puesto un hermoso collar de piedras azules , nunca fui vanidosa, pero tampoco tenía falsa modestia.  Llevaba un par de colgantes pequeños haciendo juego.
No bien traspasé la puerta fui el blanco de todas las miradas, eso me puso furiosa: _ es que los hombres  no pueden ver una mujer sin clavarle los ojos?.
Caminaba suavemente, como deslizándome. Sabía que eso atraía, pero no podía evitarlo, había nacido así.
Elegí una mesa un poco alejada de las demás, con un gran macetón a un costado,  frente a un ventanal.  A unos tres metros en otra mesa, varios hombre; _todos muy bien vestidos,_ charlaban animadamente.
La planta, según yo me moviera, tapaba la visión entre ambos.
-- Qué se va a servir?, el mozo muy cortés, parado frente a mi.
-- Un café, gracias.
Tranquila en mi silla, me quedé mirando un rato largo por la ventana. Ensimismada , pensaba en Miguel, estaba bien con el, pero sentía que no era lo que deseaba. Tenía los ojos cerrados y cuando los abrí, ví clavada en mi la mirada de uno de los hombres de la mesa  que estaba a dos de la mía.
Sus ojos negros me miraban con curiosidad, como al pasar. Aun así me sentí incómoda y me corrí un poco de lado para que la planta me ocultara.
Al rato volví a mi posición normal; el hombre estaba de lleno en la conversación. No pude menos que admirarlo; tendría unos cincuenta y cinco años, vestido con esa elegancia del que la trae desde la cuna, ancho de hombros, abundante pelo negro ondulado. Así estaba, examinándolo distraída, cuando de repente levanta los pàrpados y me mira. Y esta vez vaya que me miró. Tenía los ojos negrísimos  y los clavó primero en los míos, luego  deslizó la mirada hacia mis senos y ahí la dejó. Sentí que los colores se me subían rápidamente a la cara. No era la mirada lasciva de otros hombres; esos ojos me penetraban, parecían querer decirme un montón de cosas. Me sentí intensamente turbada y decidí irme.
-- Mozo, _llamé:
Pagué mi consumición, me levanté y eché a andar. Trataba de impedir  que mi falda se balanceara con el movimiento de mis caderas, pero estaba en mí.
Ya en la calle  me fui calmando de a poco. Me pregunté que me había pasado, no tenía respuesta o no quería encontrarla..

jueves, 2 de febrero de 2012

Cuento 3 ,capitulo 1

Si, a veces me sentía sola. Habían pasado ya dos años de la separación de mi marido; había sido traumática; difícil; quedaban cicatrices. Mi hija Ana, de 23 años, me ayudaba mucho,  siempre que podía me apoyaba, Juán de 27 años, no  hablaba mucho .Era parecido  a su padre , malo, soberbio, lo definiría en sólo tres palabras: mujeriego, bebedor y golpeador.
Mi nombre es María Victoria  Branco, tengo hoy cuarenta y ocho años. Me había costado años y muchas humillaciones decidirme. Trabajaba desde hace seis años como recepcionista en una empresa mayorista de herramientas. La firma era muy grande, con sucursales en todo el país.  Cumplía mis ocho horas, ganaba un sueldo que si bien no era muy grande, sumado al  de mi hija  nos alcanzaba para vivir.
Llegué a casa un poco deprimida. Estaba haciendo horas extras y terminaba cansada.
Encontré a Ana en la cocina, canturreando una canción de moda.
-- Hola mami,_ y dándose vuelta , me besó.
-- Hola  hijita, sabés algo de tu hermano? _ mi hijo Juan,  estaba  pasando una crisis en su matrimonio.  igual  a su  padre, con la diferencia que su mujer no era como yo; ya se había dado cuenta de la catadura de hombre que era, y aunque fuera mi hijo, debía ver la realidad. Pero  no podía evitar preocuparme.
-- No; pero no te preocupes, ya llamará . Cómo te fue en la oficina?
-- Como siempre, has hecho algo de comer?
-- Un riquísimo estofado.
Terminé yo de poner la mesa y mientras Ana me contaba de su trabajo, yo la miraba y me ponía contenta. Era una hermosa  joven, morena, de pelo castaño, ojos claros, no  muy alta pero si delgada; y estaba de novia hace tres años con Marcelo, un buen chico,  abogado, que estaba tratando de abrir su bufette.
Terminamos de cenar, y si bien nos alternábamos un día cada una en la limpieza del servicio, hoy me tocaba a mí, pero no estaba de humor.
-- Puedes limpiar el servicio hoy?
-- Si ,ma, andá a descansar.
Vivíamos en una casita de dos dormitorios, uno para cada una; una  sala linda y espaciosa, un comedor de diario, cocina , un baño y un jardincito atrás.
Después de mi separación, quedé prácticamente en la calle con mi hija, la casa matrimonial estaba hipotecada  y yo no lo sabía, él había falsificado mi firma para un crédito de cuya existencia nunca me había enterado, y menos en que había gastado la plata.  Lo cierto es que de golpe no teníamos adonde ir.
Un día, la secretaria del dueño de la empresa donde trabajaba, una mujer de mi edad, que por esas casualidades de la vida habíamos crecido juntas en el mismo barrio y nos conocíamos desde chicas, Bueno; ella me encontró llorando en el baño.
-- Pero, qué te pasa, porqué lloras?
Yo no quería decirle, pero insistió tanto que al final le conté que estábamos mi hija y yo en una pensión., ya que todos los bienes conyugales, _que no eran muchos_ el que no estaba hipotecado, hubo que venderlo para pagar a los abogados. Mi ex – hizo todo lo posible para dilatar y ensuciar el juicio.
A la semana de esta conversación en el baño, me llama el jefe de personal a su oficina. Yo fui muy temerosa, pensando: ¿qué habré hecho?, no quería ni pensar en la posibilidad de  un despido, a mi edad ya no encontraría nada.
-- Sra, Branco;. Ejem., Siéntese, por favor.
Me senté apretando las rodillas una contra otra  y lo miré.
-- Este.., _parecía que no sabía como hablarme_
No soportaba mas la tensión, por lo que decidí encarar yo el asunto.
-- Sr. Fernández, porqué me ha llamado?
 -- Bueno , Ud, sabe que la empresa tiene por norma tener determinadas consideraciones u ofrecer premios a los mejores empleados. Cada año ..,_se detuvo como buscando las palabras_
Yo lo miraba fijo; la verdad nunca había oído eso .
Parece que encontró las palabras, porque siguió:
-- Si! , su desempeño y la antigüedad que tiene en la firma…, _otra vez volvió a empantanarse_
-- Sr. Fernandez,_ le dije : -- Me tiene Ud. en ascuas, qué es lo que quiere decirme?
-- Bueno; la gerencia  cree que merece un premio, y pone a su disposición un  crédito de tipo hipotecario de hasta US 100.000 dólares, por si lo necesita.
Yo lo miraba como se mira a una aparición.
-- Sr, Fernández; _dije_ -- Yo nunca supe que la empresa dé semejante premio a nadie, acepto que no soy mala empleada, pero con sinceridad no creo ser la mejor.
Fernández, ostensiblemente molesto por el giro de la conversación, preguntó:
-- Lo quiere o  no lo quiere?.
-- Si!, lo quiero, lo quiero. –  pero , cómo lo voy a pagar?
-- Se le descontarán cuotas mensuales del sueldo.
-- Pero no me va a alcanzar lo que me queda de vida para pagarlo?
--Bueno, lo harán sus herederos. Y  poniéndose en pié me dio a entender que la conversación había terminado. Me señaló la puerta y me dio la mano.
-- Ha sido un placer Sra, Branco.  Tesorería se pondrá en contacto con Ud. Hasta luego.
Me fui caminando como una autómata. No tenía ninguna duda que Inés,_la secretaria  del dueño tenía algo que ver en esto, así que venciendo mi timidez natural, me dirigí hacia su oficina. Estaba en un sector alejado, restringido . Tuve que pasar varios controles hasta que se me permitiera llegar a ella, pero cuando lo hice; la abracé y como una tonta me puse a  lagrimear.
-- Gracias, Inés, gracias. No sé como lo has hecho y tampoco sé como podré pagártelo.
-- Déjate de tonterías, elige un linda casita.  Nos abrazamos y me fui.

domingo, 29 de enero de 2012

el aristócrata y la india, 1

- Buenas, don Gervasio.
- Buenas, doña..
-Alguna noticia
-y…,algo hay, sin apearse del caballo, extendió su mano con una carta.
-Creo que es del niño Juan Manuel..
-Oh…..Antonia  la tomó y  despidiéndose corrió hacia la casa.
La casona era grande, de dos plantas; arriba , en una tercera planta, la azotea estaba rodeada de alamenas, con una torre baja estilo minarete, en cada extremo frontal. El piso de la planta baja era de mármol, había una biblioteca, una habitación que era el estudio del Sr., dos grandes salones que en las fiestas  brillaban iluminados., y la cocina grande.
Por una gran escalera de mármol con baranda de hierro forjado, con hermosos arabescos ,se accedía a la planta alta; un hall amueblado con buen gusto, alfombrado, se continuaba con un largo pasillo a a cuyos lados se abrían las habitaciones. Había seis en total, cada una tenía su baño. Al fondo el pasillo, que era todo alfombrado terminaba en dos grandes ventanas con hermosos vitraux  que representaban flores.
En las paredes se veían algunos cuadros, algún mueble tipo chiffonnier y un gran hogar a leña..

El matrimonio, formado por Joaquín Del Río y Lavalleja y Felicitas de Aguirre y Moreno, tenía  tres hijos: dos mujeres, Cristina de veinticinco años cuyo deporte preferido era salir con todos los chicos “bien” de la comarca, y Laura de veintiuno, cursando la carrera de veterinaria en la  Universidad de la Pampa. El único varón, Juan Manuel Del Río y Lavalleja, recién recibido de ingeniero agrónomo en la capital y que si bien se había ido a los  dieciséis años a estudiar a Buenos Aires, casi todos los años para las vacaciones se quedaba  el verano en la estancia.
Juan Manuel era un hombre especial; muy alto, había que levantar mucho la cabeza para verle la cara , ancho de espalda, cintura estrecha, sus brazos y piernas denotaban actividad deportiva pelo castaño y ojos claros  El se entrenaba religiosamente en varias disciplinas deportivas. Experto espadachín, no de florete; sino de esas anchas y  pesadas espada de combate de la edad media . También era un buen tirador .
Entre todas sus compañeras de facultad, como otras mujeres que conocía accidentalmente; había causado estragos lo cual ocasionaba la envidia de todos sus amigos. Pero el, ante las insinuaciones mas descaradas siempre se había limitado a sonreir. –Tenía sus aventuras, -oh..si,- claro que las tenía, por docenas. Pero era muy discreto y a la mañana siguiente ya no quedaba ni el  recuerdo en su memoria.
La fiesta de despedida que le hizo el mundillo aristocrático  porteño,- ya que los Rios y Lavalleja eran una familia que descendían de la mas antigua aristocracia, amen de tener mucho dinero. Fue  de esas espectaculares, en casa de uno de sus amigos.
Tarde terminó, pero al  joven no le importó, era de madrugada cuando al volante de su auto corría velozmente por la ruta hacia La Pampa. Si bien tenían campos en distintas provincias, la casa principal de la familia estaba en la estancia de Santa ¨Rosa.
Calculaba llegar para el atardecer. Días antes había despachado un telegrama anunciando su llegada .

Mientras tanto en la estancia todo eran corridas. Felicitas apuraba a la servidumbre para que todo reluciera, no cabía en sí de su alegría.
Tres años sin verlo y ahora él había prometido quedarse un tiempo, cierto que no sabía cuales eran sus planes futuros, pero ya vería de convencerlo para que se quedara. 
Entraba la noche cuando Juan Manuel atravesó la tranquera de la estancia y comenzó a transitar por terrenos de la familia. El campo era grande , atravesó colinas y montes y finalmente se  divisó la añosa casa palaciega que era la vivienda paterna- El auto rodó por la gramilla y paró junto a la amplia puerta.
Todos los criados por orden de la dueña de casa, estaban formados . La primera en salir fue Antonia, ella le había visto nacer y crecer. Le hizo una reverencia y lo saludó inclinando la cabeza.
- Pero que haces Antonia, ven aquí; dijo el muchacho y la abrazó efusivamente. La pobre vieja no sabía donde meterse  pero íntimamente se sentía feliz.
Juan Manuel subió la escalera  y como era su costumbre saludó uno a uno a los criados.,
--Dónde está Pedro, preguntó;
--Ríos ? , dijo Antonia. Por el monte debe de andar.
El joven entró a paso vivo y se dirigió a la sala, donde sabía iba a encontrar a sus padres.
-- Mamá, papá,- saludó al verlos .
La madre lo abrazó:
-- Hijo mío, bienvenido a tu casa- le dio un abrazo breve y se separó. El muchacho se acercó al padre, éste le dio la mano y lo abrazó, fue un abrazo largo, y se notó que le costó soltarlo.
-- Espero que te quedes un tiempo largo, dijo el padre.
-- Veremos, dije yo. Me conocía y sabía que no era hombre de quedarme mucho en ningún lado.
Comimos, Luego salí a dar una vuelta, lo encontré a Pedro, y le encargué que tuviera listo mi caballo para la mañana.
Dormí bien, a eso de la diez después de desayunar me fui a los establos; “Trueno” mi potro de siempre, estaba listo, era un pura sangre negro azabache, de seis años y medio. Lo tenía desde potrillo.
Ya estaba ensillado, Pedro había colocado mi fusil en su funda, enganchada a la silla (la pampa en las estribaciones de la precordillera de Mendoza, era tierra de pumas y  gatos monteses.)
Iba vestido a la manera gaucha, con mi facón largo y ancho; hacia años que me lo había hecho forjar, mas parecía una cimitarra que un facón. Un sombrero largo estilo tejano, completaba mi atuendo.
De un salto subí al caballo; llevaba dos caballos mas cargados  de provisiones y regalos.
--Vamos Trueno, levanté la cabeza y vi a mi madre en una ventana del piso superior , mi vista es excelente, y a pesar de la distancia pude ver su cara  crispada.


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Llevaba cabalgando ya varias horas, después de atravesar los algarrobales del Aguila, lo que conformaba el límite de nuestras tierras, entré en zona que los lugareños llamaban de mestizos , me fue acercando a las estribaciones de la sierra de Cara Cura en Mendoza a unos 100km.  De  la frontera con la Pampa.
Eran mestizos, cruza de antiguos indio de la zona, predominaba la sangre pampa con algo de Mapuches. De niño los visitaba seguido, sabía donde estaban sus casas, sus escondrijos. En la zona se los llamaba despectivamente los Mapuches; yo sabía que tenían muy poco de mapuches, eran descendientes de los señores de la pampa, de aquellos bravos Pampas, cuerpos altos, bien formados, musculosos. Sus mujeres eran esbeltas, muy lindas, muy apreciadas en la zona por lo trabajadoras. Yo los apreciaba, los había apreciado en el pasado y lo seguía haciendo en el  presente.
Hace mucho, siendo yo niño uno de ellos había salvado mi vida y perdido la de él ; yo nunca había olvidado eso.
Y  iba a verlos seguido con uno  o dos caballos cargados de provisiones y medicamentos.A veces me quedaba uno o dos días en sus casas; Yo tenía doce años cuando el episodio de los pumas que me acorralaron y el indio salvó mi vida .Desde entonces fue como que me sentí obligado. Había hecho mucha amistad con una niña , jugábamos juntos, salíamos, nos divertíamos. Yo la pasaba muy bien con ella, era alta, mas alta que yo, ( aun no había dado el estirón  que me llevó a mi casi  metro noventa), fuerte, a veces me vencía  y entonces nos reíamos . Tenía el pelo negro, de un negro que  parecía azulado, los ojos también negros, grandes un poco rasgados revelaban su sangre india.
Dos años después mis padres consideraron que mi intimidad con los indios no era lo que querían y a los catorce años me fui pupilo a un colegio muy aristocrático de   -San Isidro.  De  mis compañeros  había pupilos,  y no pupilos, que vivían en la   zona , que iban solo de mañana o doble turno, pero que a las cuatro o cinco ya los pasaban a buscar sus padres. Los que como yo quedábamos pupilos casi todos salían los Sábados por la mañana y regresaban los Lunes, yo en general me quedaba, porque el viaje de San Isidro a La Pampa era demasiado largo, y no valía la pena. Aprovechaba que el colegio quedaba casi sin alumnos para practicar esgrima y tiro al blanco. No sólo teníamos un excelente polígono de tiro, sino que uno de los curas (era un colegio religioso ), había resultado un experto espadachín;  de él aprendí el arte de la esgrima, y  luego con los años fui reemplazando el florete por la pesada espada de guerra.
En los cinco años que estuve pupilo fui asiduo concurrente a los gimnasios, organizaba peleas de box, y estaba en cuanta fiesta se realizaba en casa de mis compañeros o en boliches de la zona. Me había vuelto muy popular en la “high society” porteña. Sólo en el verano volvía a la estancia. Pero no siempre iba a la Pampa, a veces iba a el campo de compañeros que me invitaban. Había casi desarrollado  por completo, mi cuerpo era muy fuerte, no me había medido  pero sabía que pasaba el metro ochenta y ocho, mi pelo revuelto, mis ojos  que tenían una mirada  que yo podía volver penetrante o irónica. No había hermana de mis compañeros que no quisiera echarme el lazo, y en eso yo me hacía  bien el estúpido, no dándome  por enterado de nada.
En todos los años que duró mi secundario, yo había  ido unas cuatro veces al rancherío, . luego comencé la facultad,- ingeniería en agronomía- y  ya no había vuelto hasta ahora en que   algo me tiraba  hacia allí. El recuerdo de unos ojos negros rasgados nunca se habían  apartado completamente de mi.
Volví a la realidad y a lo lejos divisé las estribaciones de la sierra , a medida que me fui acercando vi el rancherio  .
Nada había cambiado desde mi última visita.
Bajo la mirada silenciosa de algunos mestizos  que  estaban sentados en las puertas de sus casas, me  dirigí a la casa del jefe “pluma blanca”.  Me detuve ante la puerta y atando los caballos de carga al palenque golpeé .
Me abrió la puerta una joven alta, delgada, vestida con una camisa larga y pantalones ajustados; sus piés calzaban zapatillas, el pelo era negro así como sus ojos..
-- Qué desea , preguntó con desconfianza.. Me dí cuenta que me miró muy rápido a arriba abajo, deteniéndose en mi facón que  colgaba de mi cintura..
-- Qué desea, repitió.
-- Soy Juan Manuel de los Rios,  puedo ver al jefe pluma blanca?
Sus ojos adquirieron un brillo diferente, su mirada cambió. No sabría decir en qué, pero me hizo sentir raro.-
Levantó su cabeza, era alta; pero yo le llevaría una cabeza, por lo que tuvo que levantarla mucho y  me miró con algo de ironía.
-- ¿Anuncio al Sr. De los Rios ?
-- Sí, contesté seco. Esa mocosa estaba usando un tonito irónico que empezó a molestarme.
Algo debió notar, pero sin dejarme pasar preguntó;
-- Perdón, se siente molesto  por algo?  Tal vez que un De  Los Rios y Lavalleja esté aquí, ?
Esta niña ya me había saturado.
-- Perdón Señorita, no deseo discutir con Ud. y tampoco darle muchas explicaciones. Y dando un paso adelante, empujé la puerta, obligándola a retroceder, y pasé.
-- Si será maleducado, dijo alto como para que la escuchara..
Hice como que no había oído nada y ya dentro llamé: -
-- -gran jefe  Pluma blanca, yo Juan Manuel deseo verlo.
-- Aquí, Juanito. Era uno de los  pocos que siempre me llamaba así..
Entré en una habitación semi-oscura, tapada con una tela que hacia de puerta          
--Pasa muchacho, pasa.
Salvo mi padre, nadie me trataba con esa familiaridad.
--Saludos Huanca ho, sé que hace mucho tiempo que no he venido y lo siento. Estoy aquí a presentarle mi respeto; voy a  quedarme un tiempo, deseo preguntarle si puedo ayudarle en algo
Pluma blanca era viejo, muy viejo; nunca había preguntado sus edad, pero calculé que pasaba de los 90.
--Ya ves, seguimos como siempre. Tú te has convertido en un hombre lo cual me place, estoy feliz que te acuerdes de nosotros.
-- Gran jefe; sabe que nunca podré olvidar.
-- Tonterías, Juanito; nada nos debes, pero si crees que no es así, llegará el momento en que yo recurra a ti; espero que cuando ese momento llegue te comportes como el hombre que creo que eres.
Sus palabras me parecieron enigmáticas, pero preferí guardar silencio.
--Ah… y otra cosa..-- No discutas con Valentina, es una buena chica .
Nos saludamos con un  fuerte apretón de manos. No sabía que esa sería la última vez  que lo vería.
Salí, dejé las cosas que había llevado en manos de una vieja a la que yo llamaba “vieja”, era en realidad  vieja, y  busqué con la mirada a la joven morena, pero no la ví.
No quise preguntar y me fui.
El regreso fue mas rápido, siempre les dejaba los caballos que llevaba  de manera que podía galopar tranquilo. Trueno no había perdido su velocidad, la verdad que a galope tendido en llano era un placer. Llegue mas o menos rápido

                                                                  3




. Mis padres habías preparado una gran fiesta en mi honor, lo mas graneado de la sociedad de La Pampa y Buenos Aires, estaría allí.
En casa todo era febril actividad. Yo pasaba los días cabalgndo, haciendo sociales en Santa Rosa. Las invitaciones abundaban y yo en general las rechazaba; algunas no tenía mas remedio de aceptarlas, hubiera sido ofender a amigos, desde ya que apenas llegaba sus hermanas o primas salían a mi encuentro.
Pasaba largas horas en las tareas del campo, muchas veces comía con la peonada allí, donde nos agarraba la hora-
-- Juan Manuel, .me dijo un día mi madre.
-- ¿sí mamá?
-- No te parece hora de que pienses en buscar novia?
La verdad que la sola idea de atarme a una chica me horrorizaba. No tenía ningún interés en el tema; era joven, fuerte, sano y tenía sueños, sueños que cumplir.No, ni siquiera lo había pensado.
-- No sé mamá, recién tengo veinticuatro años, hay tiempo.
-- Mmm.
Llegó el día de la fiesta,  y a la noche la casa palaciega  brillaba toda iluminada. Por lo menos habría doscientas personas que se dispersaban por los salones y el  parque. El servicio de bufette era excelente y la orquesta  buena.
-- Yo pasaba de mano en mano, la mayoría de las chicas eran bonitas y estaban elegantemente vestidas, olían a perfumes caros y sus conversaciones trataban de los mismos temas: los viajes, la ropa, los problemas de la servidumbre ,-que no las adoraban como ellas quisieran-, y por supuesto los “partidos potables “ de la comarca; entre los que desgraciadamente me colocaban a mi. Hube de soportar velada y no tan veladas insinuaciones, un poco cansado me retiré a un rincón del parque junto a una glorieta.
-- Qué haces sólo?,  Patricia Aniseti, una joven casadera se había acercado sin que lo adviertiera.
-- Nada.
-- Te acompaño a no hacer nada.
Mientras charlábamos ella se fue acercando peligrosamente a mi,- yo como no dándome cuenta de nada me alejaba.
-- Discúlpame un minuto , le dije, y me dirigía al salón; charlé con algunos hacendados y agricultores a los que deseaba interesar en prestarles servicio de asesoramiento comercial. Dentro de mis planes estaba el independizarme de mis padres lo mas rápido posible, sabía que era un buen administrador, pero debía demostrarlo.
Ya tarde, los invitados se habían retirado. Había dado los primeros pasos en lo que esperaba fuera la formación de una buena cartera de clientes.
Tenía un poco de hambre, por lo que fui a la cocina en busca de algo que comer. Pasé la puerta vaivén y las mucamas , que estaban sentadas sintieron la urgente necesidad de comenzar a moverse. Era extraño,
-- Qué pasa?, pregunté.
--- Nada Sr. Contestó Antonia, tratando de alejarse de mi, mientras las demás seguían con las cabezas gachas.
-- Antonia, ven acá! ,yo no me lo creo, acá pasa algo, ¡habla!.
-- Es mejor que se entere Antonia, dijo Pedro.
-- Que me entere qué?, dije un poco molesto por tanto misterio.
-- Bue.., bueno., este.,
-- Este qué?, y lo miré a Pedro directamente  los ojos 
Se acercó a mi y me entregó un papel.
-- Un indio trajo esto para Ud. y me tendió una hoja doblada.
Se me había ido el hambre:, -- Sírvame un café, pedí a una de las chicas, y me senté en un rincón de la gran mesa. Desdoblé el papel , con letra temblorosa, casi infantil, se leía::”Don Juan Manuel usté siempre creyo que nos debia algo. Solo los Dioses saben si  es  verdad  si usté cree que si , llegó el momento:: estoy muriendo, el hombre que salvó su vida siendo usté niño era mi hermano, el padre de Valentina. La he cuidado hasta ahora, yo muero;; sigue usté. Si rechaza mi ultima volunta nada le reprochare, esta en su derecho, pero si la acepta que el gran Dios ilunine su camino”
                                                                                 Gran jefe. Huanca Ho
Sentí como si una mano me golpeara en el medio del pecho. Pluma blanca moría, y yo ahora conocía la identidad de mi salvador. Quedé atónito, no podía pensar. No sé cuanto tiempo estuve con los ojos fijos en el papel. De golpe la imagen del puma acechándome y el mestizo luchando por mí, volvió nítida a mi memoria.
¡Sí!, tenía una deuda, una deuda de honor y no podía ignorarla. Valentina,.. traté de ubicarla en mi memoria, su nombre me sonaba vagamente.
Me fui a dormir preocupado, cómo podría yo hacerme cargo de una chica, qué edad tendría? , aceptaría mi ayuda?.

                                                           4




A la mañana siguiente, tenía mucho trabajo. Durante la fiesta había hecho buenos contactos con hacendados de la comarca para ayudarles en la administración de sus campos. Aparte de ingeniero agrónomo tenía una particular lucidez para la administración y la pesca de las oportunidades, veía casi siempre con claridad ,dónde estaba el negocio.
De manera que los días fueron pasando para mí en una febril actividad, visitando campos, forjando arreglos que no podían esperar.
Pero llegó el momento en que me sentí obligado a ir al pié de la cordillera, allá ,a la tierra de los mestizos.
Le indiqué a Pedro que tuviera preparado a Trueno y otro caballo lleno de provisiones para el alba.
Mientras tanto, mi padre , contentísimo con mis actividades se ocupaba de sus campos, mi madre al igual que mi hermana Cristina se dedicaban a sus múltiples compromisos sociales.
Pasé una noche mala, casi no pude dormir. Temprano al alba, cuando aun todos en la casa dormían, vestido con un pantalón de felpa gris con refuerzo de cuero en la entrepierna, altas botas de cuero ,negras; facón al cinto y mi fusil cruzada en la espalda, había cambiado mi sombrero por uno de alas anchas.
Fui a los establos, Pedro me salió a mi encuentre con los dos caballos, y al trotecito salí  todavía con la fresca.
Hacia la tardecita entré en tierra de los indios y poco después divisaba el rancherío. En honor de verdad, no estaba seguro de nada; iba un poco como a la deriva.
Entré por la única calle, ahí había llovido y los cascos de mi caballo se hundían en el barro. Llegué hasta la casa del jefe y me apeé. Golpeé la puerta, ésta se abrió:
-- Qué desea? Era la morocha de la otra vez., sólo que ahora no había ironía sino tristeza en su rostro.
-- El jefe.., no supe como continuar.
-- El gran jefe Huanca Ho murió.
-- Si..
-- Hace dos noches. Creo que lo esperaba a Ud. –No había reproche en su voz,  sólo la tristeza. En sus ojos.
-- Tú eres Valentina, verdad?
La joven ni levantó la cabeza, ni se apartó de la puerta.
-- Qué quiere?
-- Valentina; mi nombre es Juan Manuel, dije sin darme cuenta que ella ya me había conocido,-- el jefe, tu tío me pidió que a su muerte me ocupe de ti.,_ Maldita sea, había ensayado todo el camino como decir eso diplomáticamente para que no sonara a dádiva u ofensa, y ahora abría la boca y lo largaba así. Pucha, me dije, que mal que sonó,_.
-- Yo .., tengo una deuda con tu padre.
-- Sí,, lo sé, pero a ni no me debe nada. Puede pues regresar por donde vino. Y esos ojos, negros, increíblemente negros, pero sin luz .Volvía sentir dentro mío algo.
-- Por favor, permíteme pasar, luego me iré.
Se hizo a un lado y pasé, había una salita chiquita con dos sillas y una mesa. Me senté en una silla y ella se quedó parada contra el marco de la puerta. Me miraba, pero era una mirada vacía ,como si no me viera.
-- Hable!, Sonó suave pero enérgica.
-- Tu conoces la nota que me envió tu tío antes de morir;_ no pregunté, sino afirmé._
No hizo ningún movimiento.
-- Quiero ayudarle, pero necesito que me de una mano y me diga en qué forma puedo hacerlo.
-- Se lo dije antes y lo repito ahora; no me debe nada, no necesito su ayuda. Yo me arreglo sola. Estaba nerviosa, su busto se erguía al compás de la respiración .Me fue imposible no reparar en ella, era muy hermosa, sus pechos eran redondos, grandes, su cintura finita, sus caderas onduladas; traté de apartar la imagen de su cuerpo de mi.
-- Pero mujercita, dije yo, ya medio desesperado: -- De qué va a vivir?, aquí no hay trabajo, tendría que ir a algún pueblo y buscar trabajo, se aprovecharían de Ud., terminaría Dios sabe como.
Se movió acercándose a la mesa, sus ojos cobraron vida de golpe, me miró fijamente:
-- Sr, me ofende Ud, con sus palabras. Le he dicho, y no volveré a repetirlo; nada me debe. Mi padre hizo lo que tenía que hacer y mi tío se equivocó al escribirle esa nota. Agradezco su preocupación pero Ud, debe tener muchas cosas que hacer y yo tengo muchos problemas  que resolver.
-- No entiende que no puedo?
-- Bueno ,eso es problema suyo, por favor, retírese.
Me levanté y salí, la puerta se cerró a mis espaldas. Me quedé inmóvil, apoyé mi cuerpo en el palenque  pensando, ¿qué  hacer?,- Si todo fuera mas fácil, si ella cooperara.
Decidí que no podía irme aún. Fui con la vieja de la tribu y le pregunté si podía pasar la noche en su casa. Me miró un rato en silencio y  luego asintió con la cabeza.
Bajo la mirada de los habitantes de la tribu la seguí hasta su vivienda, que era una piecita miserable de tres por cuatro metros. Me ofreció mandioca y agua y continuó callada. Cuando terminé de comer,._ en realidad no tenía hambre y yo llevaba en mi caballo parque  para por lo menos dos días; pero hubiera sido un desprecio rechazarle la comida._le pregunté::
-- Vieja, tú sabes porqué estoy aquí, verdad? _ asintió con un leve movimiento._
-- Quiero escuchar tu consejo…
-- Tienes una deuda, eres un hombre de honor., sabrás encontrar el camino. Yo soy vieja e ignorante, cómo puedo aconsejarte?.
-- No te menosprecies,_ dije yo_,-- Eres vieja ,pero no ignorante, aconséjame!
-- Viento que corre,_ así se llamaba Valentina en su idioma_ , .. Sólo escuchará a su corazón. Debes llegar a él.
-- Cómo?
-- Tú encontrarás el camino. _ y ya no habló mas_  Se echó en su camastro y cerró los ojos.
Fui hasta mi caballo y regresé con la bolsa de dormir, , miré hacia la casa de Pluma blanca pero no vi luces, la noche estaba fría  y húmeda y todos se habían retirado ya.
A la mañana siguiente me levanté temprano, aun no había salido el sol, la vieja continuaba durmiendo bajo un montón de mantas y roncando como la mejor.
Estaba fresco, salí afuera y preparé una fogata con troncos que recogí de los alrededores, saqué mi equipo de mate, me arropé bien en mi gamulán y comencé a tomar mate. Estaba solo, en un rincón seco a unos veinte metros de la casa que había sido de pluma blanca. A qué hora se levantaría ?, pasarle una mensualidad, cómo quedaría?, me pareció que era un poco ofensivo, podría malinterpretarse, si encontrara un marido.., la verdad que la chica era preciosa, con una buena dote tal vez se pudiera conseguir un pretendiente. No todo eso era absurdo, me mantendría a la distancia tratando de ayudarla en lo que pudiera.
Hace rato que había clareado la mañana, finalmente vi señales de movimiento en la casa, la persiana de la única ventana se abrió.
Me levanté y caminé despacio hacia allí. Golpeé la puerta, nada, volví a golpear.
La puerta se entreabrió y apareció la cabeza de la joven::
-- Qué desea?,_me dio rabia, parecía que no sabía saludar de otra manera_ , lo hizo en forma impersonal, como si nunca me hubiera visto.
--Viento que corre, tenemos que hablar.
-- No me llame así!,_ explotó_, -- Quién se cree que es?, viene aquí, bien vestido, dándosela de caballero generoso en socorro de una pobre huérfana, ¿quiere ser caritativo?, bien, vaya a un templo y haga caridad. No tenemos nada que hablar!
Esta niña me sacaba de quicio, había recogido su cabellera hacia atrás en una cola de caballo, olía a jabón y lavanda. Había abierto casi completamente la puerta y pude contemplarla:  vestía una blusa que apretaba su busto y caía suelta hasta la cintura, unos pantalones vaqueros ajustados al cuerpo, botas negras de cuero. En este momento sus ojos en general fríos e inexpresivos habían cobrado vida, me miraban con una intensidad desconocida para mi.
.. Espera, no seas leche hervida,_ dije tuteándola_, -- Cuéntame tus planes. No rechaces mi ayuda, nada pediré a cambio.
Ví que enrojecía y sus labios temblaban. No había prestado atención a su boca. Era  era  perfecta, parecía dibujada, de labios túrgidos, rosados. De golpe como un trallazo se abrió mi memoria y la recordé, y me recordé; ella era la niña que por dos largos años había sido mi mejor amiga, mi compañera de juegos, la que a veces me vencía.
-- Valentina, Tú te acuerdas de mí, fuimos inseparables un tiempo, porqué me odias ahora?, ¡no!, no me voy , y penetrando por la puerta me senté a la mesa.
Me miró rara.
-- Haga lo que quiera.  Y entro en la parte inerior de la casa dejándome solo .
Habré estado como una hora, no volvió a salir, escuchaba ruidos de limpieza.
Así no voy a ningún lado ,pensé. Salí de la casa ,subí a mi caballo y emprendí el regreso.De reojo miré hacia la puerta de la casa, ella estaba allí, parada ,derecha y delgada como un junco. Se había soltado el pelo y el viento lo agitaba hacia atrás como una estela. Los ojos negros, esos increíbles ojos negros fijos en mi; brillaban.
No quise seguir mirando y seguí mi camino




                                    
                                                                5



Comencé a administrar los campos de la gente que me había contratado. Al cabo de algunos meses  mi actuación como administrador y asesor financiero comenzaba a ser conocida en la zona de La Pampa.. lo que por supuesto comenzaba a dejarme ganancias.
Una vez al mes iba al rancherío indio y dejaba dinero a la vieja, -- Para Valentina, decía. La mujer lo tomaba sin decirme nada, una sola vez  me dijo::-- No es el camino. Yo lo  sabía, pero no encontraba  el camino para llegar a la muchacha sin ofenderla ni dar lugar a habladurías.
En mi cabeza comenzaba a perfilarse un plan de acción. No sabía muy bien porqué las relaciones con mis padres se habían vuelto mas bien tirantes.Mi padre sabía que iba donde los indios, y las discusiones eran frecuentes.
Mi padre había decidido vender dos mil hectáreas improductivas que tenía en el límite entre las provincias de La Pampa, Mendoza y  Neuquén. Era una región  entre los últimos  salitrales de La Pampa y las Sierras de Chachahuén contra el  Río Colorado.Esos campos lindaban hacia el norte con las tierras fiscales al fondo de las cuales estaba el rancherío de los indios..
Hace unos meses  que aprovechando mis viajes por la zona había notado algo curioso en las tierras que mi padre ponía a la venta. Una zona de unas mil hectáreas muy montañosa parecía ser rica en oro, hice unas investigaciones preliminares y si bien no encontré oro, si hallé estaño y cobre.
Sin decir nada a nadie, pedí un crédito al banco de la Pampa, que dado mi apellido y familia me lo concedió en cuarenta y ocho horas. A través de testaferros compré las tierras de mi padre en condiciones mas que ventajosas para mi, diría que casi regaladas. Pero para que mi plan funcionara, debía llegar casi hasta las tierras de la tribu, y se interponían una mil quinientas hectáreas de tierras fiscales._ toda la zona de la sierra de los Reyes_, zona aparentemente estéril y carente de algún atractivo económico, por lo que el gobierno de Mendoza me hizo saber que vería con buen agrado una oferta de mi parte.Juntando lo que me había quedado del crédito bancario mas lo ahorrado por mi trabajo, compré esas tierras y organizé una pequeña empresa de hombres,_ entre ellos ,casi todos los indio varones _ a los que con el tiempo fui transformando en mineros,  para comenzar los trabajos de prospección.
Mi proyecto era simple pero ambicioso. Mis recursos se habían terminado y para continuar necesitaba  mas dinero. Sondeé a mi padre si me prestaría dinero a unos cinco años , la respuesta fue un ¡no! Tajante.
-- Creés que no sé lo que haces?, me preguntó.
-- Y qué hago. Dije.
-- Estás ayudando a esos indios. ¿no habrás pensado amancebarte con alguna  negra ?
-- Bueno, papá, creo que te estás extralimitando.
-- Mientras vivas bajo mi techo, harás lo que yo diga!
-- No te hagas problemas,_ respondí_  -- Eso tiene solución. Salí de la sala y me topé con mi madre:
-- Hijo, Juan Manuel,
-- Si, mamá?, me paré y esperé
-- Se dice que pasas mucho tiempo con los indios,
-- ¿si?
-- Sí, Te han visto en la reservación muchas veces..
Decir la verdad, por ahora ,era imposible, así que opté por modificarla.
-- Tú sabes que administro varias fincas, viajo mucho, me muevo de aquí para allá---
-- Le has pedido dinero a tu padre, ¿puedo preguntar?
-- Bueno, tengo un proyecto dentro de lo que soy, y necesito dinero-
-- Eso es todo?
-- Si.
-- No te creo,_ y se quedó mirándome  pensativa_
-- Debo irme ,mamá. Me incliné, le di un beso  y me retiré.